La lámpara de seguridad (Evolución).
Primera Parte
En el tiempo en que el vapor era la fuerza que movía el Mundo, mandaron a los mineros a buscar el carbón que alimentaba el resoplido de las máquinas.
Los mineros bajaron a las minas provistos de la llama que les había apartado las sombras en otras ocasiones. Pero, en la oscuridad de aquellas minas, moraba un ser intangible que se alió con la llama convirtiéndola en un enemigo mortal.
El carbón era cada vez más necesario y los accidentes se cobraban más y más vidas. Era imposible moverse en la oscuridad de la mina sin la llama, pero ésta era un peligro al entrar en contacto con el gas llamado grisú. Como nadie sabía cómo enfrentarse al problema, llamaron a un gran científico: Davy.
Después de muchos cálculos, pruebas y experimentos, Davy decidió encarcelar la llama dentro de una red metálica para que no estuviese en contacto directo con el grisú.
Otro gran hombre, un ingeniero llamado George Stephenson, llegaría a un modelo muy similar en aspecto y eficacia a la vez que Davy, pero la gloria del invento no le correspondería a él. Aunque la historia lo recordará por haber desarrollado la locomotora de vapor.
Al parecer, ni Davy ni George patentaron sus inventos, dejándolos como bien para la humanidad. Esto fue bueno porque se pudieron construir de forma libre y también mejorar. Pero fue malo, en cuanto a que muchos artesanos se pusieron a fabricar lámparas parecidas sin las especificaciones exactas y, por tanto... muy peligrosas.
La lámpara de Davy dejaba escapar muy poca luz y las corrientes de aire se llevaban la llama contra la red, pudiendo traspasarla, con el consiguiente peligro.
A Clanny, doctor en medicina, que llevaba años investigando sistemas de iluminación para mineros, se le ocurrió una idea sencilla aunque nada simple.
Dicha idea consistió, en colocar un cristal a la altura de la llama.
La lámpara daba más luz y la llama no estaba al capricho del viento, pero la red era relativamente endeble y fácil de romper. Para solucionar esto, se colocó una coraza o bonete.
Lo de la coraza se lo podemos atribuir a Marsaut, que fue quién hizo varias mejoras, entre ellas, esta protección que dará la imagen que se tiene de la lámpara de Davy.
Segunda Parte
Cuando la luz eléctrica comenzó a ser una realidad, las lámparas se hicieron eléctricas. La llama había sido desterrada de las minas.
Sin embargo, a la llama le quedaba una batalla por librar. Las lámparas eléctricas podían ser más seguras y cómodas (a pesar de su peso), pero no eran capaces de detectar el gas grisú y la luz que emitían era escasa.
Por ello, aparecieron una serie de lámpara complejas cuya llama era unas 7 veces más luminosa que las lámparas eléctricas.
La lámpara daba más luz, pero era muy aparatosa y su producción más cara. Así que, finalmente, la luz eléctrica ganaría la partida de la mano del propio inventor de la lámpara de incandescencia: Thomas Edison.
Edisón patentó la primera lámpara de seguridad de casco en 1918 y confesaría que se trataba del invento que más trabajo le había costado en su vida. Unas 50.000 pruebas fueron necesarias para conseguir un diseño utilizable.
La era de la lámpara de seguridad eléctrica había comenzado, proliferando multitud de modelos.
Que continuarían con la tarea de rasgar las oscuridad de las minas sin despertar al monstruo del grisú.
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